¡Feliz día del padre!
Como muchos sabéis, este próximo 19 de marzo se celebra el Día del Padre. Es un día para pasarlo en familia pero todos los padres esperan un regalo. Igual que el día de San Valentín se regalan bombones y en Black Friday se compran televisores, los departamentos de marketing han hecho bien su trabajo y el día del padre se regalan corbatas, colonias o enseres similares. En general se buscan regalos prácticos y útiles.
Yo no soy ninguna excepción y, después de agotar el merchandising del Real Madrid en las pasadas Navidades, cumpleaños y días del padre, para este próximo 19 de marzo me encontré con un problema serio. ¿Qué debía comprarle a mi padre en esta ocasión? Como se afanan por decir en todas las series americanas donde realizan las conocidas "intervenciones", el primer paso es reconocer el problema, y eso hice.
El segundo paso es, naturalmente, buscar una solución. En este caso la solución pasaba por la búsqueda de información. Vi anuncios en la televisión pero no saqué ninguna idea. Lo cierto es que, en esta época del año, no hay anuncios de muchos tipos. Un coche se sale de mi presupuesto, no creo que una pizza congelada sea el regalo más adecuada y una hipoteca parece algo que mi padre debiera regalarme a mí, no yo a él. Así pues, tras encontrarme en un callejón sin salida, acudí a la fuente de toda información, al manantial de ideas. Por si no lo habíais adivinado, acudí a preguntar a mi madre. Fue una conversación breve y bastante fructífera:
-Mamá, se acerca el día del padre. ¿Qué crees que le podría comprar a papá?
-Voy a ver.
Se fue a su habitación y retornó unos segundos después con la mirada decidida:
-Una camisa- sentenció.
Bien, ya tenía el producto a comprar, la talla y más o menos una idea en la cabeza, pero mis problemas no estaban lejos de terminar. Y es que el mercado de camisas es amplio, incluso demasiado amplio. Así pues, decidí ir a estudiar la oferta de camisas en unos conocidos grandes almacenes que se encuentran a unos minutos de mi universidad. Para mí la proximidad es un factor determinante, más que el precio y que el servicio, pero la razón por la que suelo comprar en estos grandes almacenes es por la política de devolución. Ese es el motivo de patronazgo del consumidor que más me ha hecho a mí fidelizarme, pues siempre que compramos un regalo, hay posibilidades de que a la otra persona no le vaya a gustar, y el hecho de que pueda cambiarlo por dinero en efectivo y que no le obliguen a comprar otro producto o le den un vale que solamente se pueda gastar en esa tienda es algo muy valioso. Por tanto, me dirigí a los grandes almacenes al salir de clase.
Tras una búsqueda de la planta de caballeros y, una vez encontrada la planta, una búsqueda de las marcas que más imperan en el armario de mi padre, me encontré delante de medio centenar de camisas. Blancas, azules, lisas o a rallas, de vestir o de sport... La oferta era infinita y, durante un segundo, me sentí tentada de darme la vuelta y agarrar a primera corbata roja que se cruzara en mi camino. Sin embargo, resistí a la tentación y me zambullí en ese conjunto de camisas. No me gusta comprar por impulsos, especialmente los regalos de otras personas, así que tardé un buen rato en decidirme. Porque, naturalmente, una vez uno encuentra una camisa bonita es necesario que también encuentre la talla adecuada y eso, dos meses después de la Navidad y sus dulces típicos, tiende a ser difícil. Al final, una combinación del presupuesto del regalo y de las camisas que había en el armario de mi padre me permitió decantarme por dos modelos. Solamente uno podía venir a casa.
Necesitaba un prescriptor, alguien que me ayudara a decantarme. Un dependiente de los grandes almacenes no servía y tirar una moneda al aire en medio de los grandes almacenes tampoco parecía una buena idea así que, de nuevo, hice lo que se esperaba de mí: mandé una foto de cada camisa a mi madre y esperé pacientemente a que me diera su opinión. No se hizo esperar. Se decantó por una camisa de vestir, blanca y lisa, muy sencilla pero de todo poner. Satisfecha con "mi" decisión, pagué la camisa, pedí que me la envolvieran para regalo y la escondí en lo más profundo de mi armario hasta que llegue el día del padre. Espero que le guste el regalo.
¡Feliz día del padre a todos!
Yo no soy ninguna excepción y, después de agotar el merchandising del Real Madrid en las pasadas Navidades, cumpleaños y días del padre, para este próximo 19 de marzo me encontré con un problema serio. ¿Qué debía comprarle a mi padre en esta ocasión? Como se afanan por decir en todas las series americanas donde realizan las conocidas "intervenciones", el primer paso es reconocer el problema, y eso hice.
El segundo paso es, naturalmente, buscar una solución. En este caso la solución pasaba por la búsqueda de información. Vi anuncios en la televisión pero no saqué ninguna idea. Lo cierto es que, en esta época del año, no hay anuncios de muchos tipos. Un coche se sale de mi presupuesto, no creo que una pizza congelada sea el regalo más adecuada y una hipoteca parece algo que mi padre debiera regalarme a mí, no yo a él. Así pues, tras encontrarme en un callejón sin salida, acudí a la fuente de toda información, al manantial de ideas. Por si no lo habíais adivinado, acudí a preguntar a mi madre. Fue una conversación breve y bastante fructífera:
-Mamá, se acerca el día del padre. ¿Qué crees que le podría comprar a papá?
-Voy a ver.
Se fue a su habitación y retornó unos segundos después con la mirada decidida:
-Una camisa- sentenció.
Bien, ya tenía el producto a comprar, la talla y más o menos una idea en la cabeza, pero mis problemas no estaban lejos de terminar. Y es que el mercado de camisas es amplio, incluso demasiado amplio. Así pues, decidí ir a estudiar la oferta de camisas en unos conocidos grandes almacenes que se encuentran a unos minutos de mi universidad. Para mí la proximidad es un factor determinante, más que el precio y que el servicio, pero la razón por la que suelo comprar en estos grandes almacenes es por la política de devolución. Ese es el motivo de patronazgo del consumidor que más me ha hecho a mí fidelizarme, pues siempre que compramos un regalo, hay posibilidades de que a la otra persona no le vaya a gustar, y el hecho de que pueda cambiarlo por dinero en efectivo y que no le obliguen a comprar otro producto o le den un vale que solamente se pueda gastar en esa tienda es algo muy valioso. Por tanto, me dirigí a los grandes almacenes al salir de clase.
Tras una búsqueda de la planta de caballeros y, una vez encontrada la planta, una búsqueda de las marcas que más imperan en el armario de mi padre, me encontré delante de medio centenar de camisas. Blancas, azules, lisas o a rallas, de vestir o de sport... La oferta era infinita y, durante un segundo, me sentí tentada de darme la vuelta y agarrar a primera corbata roja que se cruzara en mi camino. Sin embargo, resistí a la tentación y me zambullí en ese conjunto de camisas. No me gusta comprar por impulsos, especialmente los regalos de otras personas, así que tardé un buen rato en decidirme. Porque, naturalmente, una vez uno encuentra una camisa bonita es necesario que también encuentre la talla adecuada y eso, dos meses después de la Navidad y sus dulces típicos, tiende a ser difícil. Al final, una combinación del presupuesto del regalo y de las camisas que había en el armario de mi padre me permitió decantarme por dos modelos. Solamente uno podía venir a casa.
Necesitaba un prescriptor, alguien que me ayudara a decantarme. Un dependiente de los grandes almacenes no servía y tirar una moneda al aire en medio de los grandes almacenes tampoco parecía una buena idea así que, de nuevo, hice lo que se esperaba de mí: mandé una foto de cada camisa a mi madre y esperé pacientemente a que me diera su opinión. No se hizo esperar. Se decantó por una camisa de vestir, blanca y lisa, muy sencilla pero de todo poner. Satisfecha con "mi" decisión, pagué la camisa, pedí que me la envolvieran para regalo y la escondí en lo más profundo de mi armario hasta que llegue el día del padre. Espero que le guste el regalo.
¡Feliz día del padre a todos!
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